ESTO NUNCA HA PASADO

Aunque el blog está dedicado a la poesía no sé por qué pero me apetecia poner un relato erótico que publiqué en otro lugar, pero he de decir que no es un relato autobiográfico... Espero que os guste y disfrutéis con él...

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Es lo que me repito una y mil veces. Esto nunca ha pasado.
Soy una chica muy tímida, pero esto que me ha pasado, no se me hubiera pasado por la cabeza jamás.
Ayer fui a ver al Prado una exposición de un pintor que siempre me ha llamado la atención por lo que transmiten sus cuadros.
Enfundada en mi abrigo, con coleta y mis gafas de ver, fui ilusionada.
No acepté ir en grupo, a mí me gusta ir a mi ritmo.
Cuando entré en la sala, ya se respiraba un aroma cálido. La sala estaba llena de gente.
Me acerqué a admirar el primer cuadro. Eran abundantes los colores, todos en tono pastel con un ligero toque amargo de negros y rojos.
Un ligero cosquilleo recorrió mi cuerpo. Me hizo sentir.
Me pregunté cómo sería el cuadro viéndolo sin gafas. Me las quité. A penas había diferencia, mis pupilas lo absorbían todo.
Una extraña sensación de calor me iba comiendo.
Me excitaba.
Pasé al segundo cuadro, ese algo extraño me siguió invadiendo.
No sé lo que me llevó a soltar mi coleta y dejar mi pelo salvaje, suelto. Sentir las puntas rozando mi cuello, me hizo subir un tono más.
¿Qué tendrían esas pinturas?
Noté que mis mejillas también se enrojecían.
Una sensación a hombre, a macho me fue abrazando.
Noté que debajo de mi abrigo, un cuerpo caliente se removía.
Me quité el abrigo, el calor era insoportable.
Un vestido fino sin mangas, dejó al descubierto mis hombros. Rápidamente mi pelo fue a acariciarlo.
Otro cosquilleo, otra sensación… más excitación.
Cuando llegué al tercer cuadro, mi mente estaba completamente desnuda.
Mis manos ya se paseaban por mi cuello.
Estaba como hechizada.
Y una mano, que no era la mía, se posó en mi cadera.
Cerré los ojos, no me importaba quién me tocaba. Me tocaba y era lo que necesitaba.
Mi ropa interior estaba húmeda. De calor, de excitación, mojada de mujer.
Esos dedos masculinos me aprisionaban, me hacían suya.
Dejé de mirar la pintura. Poco importaba ya que fuera la fuente de mi excitación.
Me di la vuelta y encontré unos ojos preciosos chispeantes de deseo. Me devoraban sin piedad.
Sin decir una palabra me tomó del brazo y nos fuimos a los aseos.
En cuanto se cerró la puerta cayeron sobre mí sus feroces caricias, sus besos sin freno.
Tocó mis bragas y sonrió. Sabía que deseaba tenerle dentro.
Me subió a los lavabos y dejó al descubierto mi humedad. Metió su dedo y una punzada de placer recorrió mi espalda, solté un gemido.
Lo movió y me volvió loca.
Abrió mis piernas y miró mi cuadro recién pintado.
Lamió mis muslos, llegó hasta mi ingle.
Me tumbé sobre el espejo y abrí más las piernas.
Movió su lengua, mi clítoris estaba duro. Me tapé la boca con la mano. Mis gemidos eran escandalosos. Según me lamía regresó su dedo dentro de mí. El movimiento fue abrasador, el cuerpo me quemaba.
Con la otra mano pellizcaba mis pezones. Y no pude con tanto placer y un orgasmo se asomó a mi vientre, a mis piernas. El cuerpo comenzó a temblar, no podía reprimirlo.
Cuando su intensidad fue bajando. Me puso en el suelo.
Los dos nos mirábamos en el espejo. Abrí de nuevo las piernas y él me penetró.
Gemí de placer y el orgasmo regresó con más fuerza. Me movía, me embestía como un animal.
Apretó mis pechos.
Sus embistes eran cada vez más fuertes, su respiración se aceleró. Su orgasmo estaba llegando.
Sentí su semen golpear con furia en mi interior. Se apartó y su arroyo cálido fue bajando por mis muslos, llegó a las rodillas y se perdió en mis tobillos.
Me besó, me acarició con ternura.
-Te quiero mi vida.
-Yo también te quiero.
Sonreímos, nos lavamos, nos vestimos y fuimos a casa a comer.
Me había prometido no volver a hacerlo pero la persona a la que se desea es el mejor afrodisíaco que se pueda tener.
Intentaré pensar que eso sólo sucedió en mi fantasía…