Adios - Manuel M. Flores (Mexicano)

Adiós para siempre, mitad de mi vida,
un alma tan sólo teníamos los dos;
mas hoy es preciso que esta alma divida
la amarga palabra del último adiós.

¿Por qué nos separan? ¿No saben acaso
que pasa la vida cual pasa la flor?
Cruzamos el mundo como aves de paso...
Mañana la tumba, ¿por qué hoy el dolor?

¿La decha secreta de dos que se adoran
enoja a los cielos y es fuerza sufrir?
¿Tan sólo son gratas las almas que lloran
al torvo destino?... ¿La ley es morir?

¿Quién es el destino?... Te arroja en mis brazos,
en mi alma te imprime, te infunde en mi ser,
y bárbaro luego, me arranca a pedazos
el alma y la vida contigo... ¿Por qué?

Adiós..., es preciso. No llores..., y parte.
La dicha de vernos nos quitan, no más;
pero un solo instante dejar de adorarte,
hace que te olvide, ¿lo pueden?... ¡Jamás!

Con lazos eternos nos hemos unido;
en vano el destino nos hiere a los dos...
¡Las almas que se aman no tienen olvido,
no tienen ausencia, no tienen adiós!

Este vivir - Flora Delmis

Este vivir sin rumbo ni distancia,
este esperar callado y dolorido...,
esta ansiedad de amar sin ansia
y contemplar lo triste de tu olvido...
Este terrible dolor que me atormenta,
esta angustia de saber que no me quieres,
y las horas de mi vivir pasan muy lentas
empuñando el cuchillo que me hiere...
¡Este tedio, esta ruina de vivir
sin esperar ya que tú regreses,
este miedo de tener que morir,
esperando en vano que me beses!

El romance de Sandino - Gonzalo Carnevali (Venezolano)

Por tierras de Nicaragua
ya mataron a Sandino.

A mansalva lo mataron,
lejos de los agrios riscos
donde no ha mucho flamearan
sus banderas de heroísmo.

Por tierras de Nicaragua
galopan los asesinos
hacia una noche de bosques,
perseguidos de olvido
mientras los sigue el recuerdo
como un fantasma sumiso;

y sus caballos de sombra
lucen un tinte rojizo,
igual que sudaran sangre
como en la pasión de Cristo.

Y a las prensas asociadas,
o unidas, que da lo mismo,
no han de tener que llamarlos
ni a él ni a los suyos, bandidos;
y los Chamorros de América
o los Gómez -da lo mismo-,
podrán forjar más sin trabas
sus panamericanismos.

Todo porque en Nicaragua
ya mataron a Sandino.

Al descanso de sus restos
se suma el de los políticos;
y veinte mil generales
de bigotes retorcidos
y espadas que son de acero
pudiendo bien ser de vidrio,
se sienten más generales
desde que murió Sandino.

Mujeres de nuestra América
la de los dolores indios
y los resquemores negros
y los rencores mestizos;
mujeres de nuestra América,
yo sólo una cosa os pido:
mañana cuando estén grandes
decidles a vuestros hijos,
recordándoles al héroe,
que aprendan a ser bandidos.

Escarmiento - Serafín J. García

¿Sabe por qué me sucuche'n mi rancho
y vivo huraño y solo com'un bicho?
Porque ya tengo 'e sobra con las cosas
qu'en el trato 'e los hombres he aprendido.

Riciencita lindaba con los veinte
cuando salí 'e mi pago,
vacido el tirador, pero de sueños
y de esperansa el corazón ricaso.

Creiba entonce' que tuitos los caminos
me tironeaban pa que los siguiera,
y qu'en la punta de cadáuno d'eyos
había un mundo mejor que mi querencia.

Se me hacía robo qu'iba'topar gente
más güena y más derecha,
que si por un casual caiba en disgracia
m'iba'amparar sin indagar quien era.

Como había oído decir, cuando cachorro,
que a tuitos Tata Dios nos hiso iguales,
y véia qu'en mi pago no era asina
porque había siempre diferencia 'e riales,

carculaba que diémdome hayaría
lo que me cencerriaba la esperansa:
un pago ande los hombres
a juersa 'e corasón s'emparejaran...

¡Pero di ande! ¡Si vide en tuitas partes
la mesma vida puerca qu'en mis canchas!:
los de arriba, viviendo pa eyos solos;
los de abajo, hermanos por la disgracia.

Hombres que mientras 'taban en el yugo
eran iguales que güeyes de tan mansos,
y en cuanto pelenchaban se golvían
los piores enemigos de los caidos.

Y po'ande quiera gente fayutasa,
sin lialtá ni concencia,
amiga de adular y de cargarse
siempre pal lao del sol que más calienta...

¡Cómo p'andar en tratos con los hombres
dispués de lo qu'he visto!
¡Vale más sucucharse'n una cueva
y vivir apartao con bichos!

El estudiante de Salamanca - José de Espronceda

Segundo Don Juan Tenorio,
alma fiera e insolente,
irreligioso y valiente,
altanero y reñidor;
siempre el insulto en los ojos,
en los labios la ironía,
nada teme y todo fía
de su espada y su valor.

Corazón gastado, mofa
de la mujer que corteja,
y, hoy despreciándola, deja
la que ayer se le rindió.
Ni el porvenir temió nunca,
ni recuerda en lo pasado
la mujer que ha abandonado
ni el dinero que perdió.

Ni vio el fantasma entre sueños
del que mató en desafío,
ni turbó jamás su brío
recelosa previsión.
Siempre en lances y en amores,
siempre en báquicas orgías,
mezcla, en palabras impías,
un chiste a una maldición.

En Salamanca famoso
por su vida y buen talante,
el atrevido estudiante
le señalan entre mil;
fueros le da su osadía,
le disculpa su riqueza,
su generosa nobleza,
su hermosura varonil.

Que su arrogancia y sus vicios,
caballeresca apostura,
agilidad y bravura
ninguno alcanza igualar;
que hasta en sus crímenes mismos,
en su impiedad y altiveza,
pone un sello de grandeza
don Félix de Montemar.

Pasado - Paul Geraldy

Tres años han pasado desde que fuiste mía...
¡Estabas tímida y ruborosa
entre mis brazos aquel día!
Ahora no eres ya la mujer pudorosa
-perdóname esta verdad cruda-;
ahora te presentas desnuda,
anundas tu cabello y tu cuerpo me ofreces...

Así no eras entonces. Recuerda cuántas veces,
al decirte: "Ven, chiquilla...",
te ocultabas tímidamente,
miedosa de la luz, tras de una silla.
En nuestras horas más ardientes
nunca eras mía por entero.
Me enojabas. Yo estaba ansioso
de sentir que tu beso, tan tímido y ligero,
respondiera al mío ardoroso.
¿Recuerdas? Te decía suavemente:
"Tan tímida usted no sería
si me amara completamente."
¡Ay, sin embargo, ahora qué feliz yo sería
y amaría como un poeta
a la niña de faz de raso
que para hacerse más secreta
cubría sus ojos con un brazo!

Así te amo - Flora Delmis

Cuando se quiere así como te quiero,
con tanto furor, ¡con ansias tantas...!,
no importa nada; tú eres lo primero:
el sol, la sombra, la espina de mis plantas.

Cuando se ama así, como te amo,
qué poquita es la vida para amarte;
que rota voz, si con mi voz te llamo,
porque el alma también sabe llamarte...

Cuando se ama así, ¡hondo..., profundo!,
qué importa la razón, si la razón resiste.
¡Está sordo mi oído para el mundo,
tu eres la norma de todo cuanto existe!

Tus ojos me recuerdan - Antonio Machado

Tus ojos me recuerdan
las noches de verano,
negras noches sin luna,
orilla el mal salado,
y el chispear de estrellas
del cielo negro y bajo.
Tus ojos me recuerdan
las noches de verano.
Y tu morena carne,
los trigos requemados
y el suspirar de fuego
de los maduros campos.

Tu hermana es clara y débil
como los juncos lánguidos,
como los sauces tristes,
como los linos glaucos.
Tu hermana es un lucero
en el azul lejano...
Y es alba ya aura fría
sobre los pobres álamos
que en las orillas tiemblan
del río humilde y manso.
Tu hermana es un lucero
en el azul lejano.

De tu morena gracia,
de tu soñar gitano,
de tu mirada de sombra
quiero llenar mi vaso.
Me embriagaré una noche
de cielo negro y bajo,
para cantar contigo,
orilla el mar salado,
una canción que deje
cenizas en los labios...
De tu mirar de sombra
quiero llenar mi vaso.

Para tu linda hermana
arrancaré los ramos
de florecillas nuevas
a los almendros blancos,
en un tranquilo y triste
alborear de marzo.
Los regaré con agua
de los arroyos claros,
los ataré con verdes
junquillos del remanso...
Para tu linda hermana
yo haré un ramito blanco.

Deseos - Salvador Díaz Mirón (Mexicano)

Yo quisiera salvar esa distancia,
ese abismo fatal que nos divide,
y embriagarme de amor con la fragancia
mística y pura que tu ser despide.

Yo quisiera ser uno de los lazos
con que decoras tus radiantes sienes;
¡yo quisiera, en el cielo de tus brazos,
beber la gloria que en tus labios tienes!...

Yo quisiera ser agua y que en mis olas,
que en mis olas vinieras a bañarte
para poder, como lo sueño a solas,
a un mismo tiempo por doquier besarte.

Yo quisiera ser lino, y en tu lecho,
allá en las sombras, con ardor cubrirte,
temblar con los temblores de tu pecho
y morir del placer de comprimirte.

¡Oh!... ¡Yo quisiera mucho más!... ¡Quisiera
llevar en mí, como la nube, el fuego;
mas no como la nube en su carrera,
para estallar y separarnos luego!...

Yo quisiera en mí mismo confundirte,
confundirte en mí mismo y entrañarte;
yo quisiera en perfume convertirte,
convertirte en perfume y aspirarte.

Aspirarte en un soplo como esencia,
y unir a mis latidos tus latidos,
y unir a mi existencia tu existencia,
y unir a mis sentidos tus sentidos.

Aspirarte en un soplo del ambiente,
y así verte sobre mi vida en calma
toda la llama de tu pecho ardiente
y todo el éter de lo azul de tu alma.

Aspirarte, mujer... De ti llenarme.
Y en ciego y sordo y mudo constituirme,
y ciego y sordo y mudo consagrarme
al deleite supremo de sentirte
y la dicha suprema de adorarte.

Amor total - César Díaz Martínez (Venezolano)

Me iluminaron tus ojos
la oscuridad del camino;
forjó la noche el destino
al crisol de tus antojos;
cocuyos de los abrojos
regaron destellos francos;
y, orillando los barrancos,
tu alma junté contra el pecho
y en improvidado lecho
me sacié en tus senos blancos.

Corolas de los luceros,
me abrazaron tus pupilas;
fragancia de puras lilas
en tus besos lisonjeros;
tus muslos garcía-lorqueros
los mordí con desenfreno;
y en cada punta del seno
se te rompían las entrañas;
cascadas de las montañas
te tienen el vientre lleno.

Se enloqueció la pasión
cuando la luna brillaba;
la carne se te rasgaba,
y el alma se hizo emoción;
se desbordó el corazón,
y en un sollozo bendito
la selva se volvió grito
y se enrojeció de aurora;
floreció tu vientre ahora
con el lucero infinito.

¡Qué no daría yo por olvidarte! - Flora Delmis

¡Me une a tí el recuerdo y lo maldigo,
porque me postra a tus plantas cual mendigo!
¡Qué no daría yo por olvidarte,
por sacarte del alma y desterrarte!

Qué no daría yo por olvidarte,
no sentir el dolor de renunciarte,
sepultar mi cruel melancolía,
este vivir muriendo en agonía...

¡Yo quiero libertarme del tormento
de llevarte en mí, profundamente, dentro;
acallar la voz del ansia que te nombra,
queriendo estar en ti como tu sombra!

¡Qué no daría yo por olvidarte,
toda mi juventud muere de prisa...;
qué no daría yo por olvidarte
y salvar a mi vida que agoniza!

Nosotros - Guillermo de Almeida (Brasileño)

Espérote pensando: "Ella no tarda..."
Prométome: "Vendrá..." Y en las contritas
largas horas de angustia, tú me agitas
el corazón que, tímido, te aguarda.

Y espero, triste horas infinitas,
un momento de vida que retarda.
Súbita llegas, trémula y gallarda,
entre nubes de encajes y cintitas.

Vienes a mí. Te tomo entre mis brazos
y te estrecho, estrechando más los lazos
de tí, de mí, de nuestro grande amor.

Y tu beso, y mi beso, y nuestros besos
son un rojo rosal de ansias y excesos:
¡la primavera de tu cuerpo en flor!

Vida - José Albi (Español)

Sí; nacer cada día. Deslumbrado
aire nos colme todas las vertientes.
Los ojos y los pies nuevos, recientes,
para pedir de asombro mi cercado.

Asombro, de prodigio, de inaudita
palpitación ayer insospechada.
Flor inminente, luz enamorada
del milagro de amor que la limita.

Nazcan alas o ramas, poco importa;
para volar hay un impulso ciego
que no sabe si el agua es agua o fuego
y para el cual la eternidad es corta.

Así: cada mañana un incipiente
camino. Un despertar. Todo sin nombre.
Para cada camino un hombre. Un hombre
como la luz, nacido de repente.

Nacido de repente, pero herido,
ya herido por un rayo inacabable;
manando sin cesar, inagotable
surco, para el amor, recién nacido.

Cada día el prodigio. Cada día
el latido inicial, casi indeciso,
de la tierra dulcísima que piso,
más codiciada mientras es más mía.

Buscando vida; y el dolor a cuestas.
Con sangre y con dolor mi gozo escribo.
Cada día nacer. ¡Oh gozo vivo!
¡Oh interminable vida que me cuestas!

Y a la vida buscando siempre puerto,
pues de tanto morir se descamina.
Y la muerte, oh dolor, en cada esquina.
Más vivo, amor, mientras estoy más muerto.

Visión - Ernesto R. Ahumada

En la penumbra de la alcoba triste,
sin que nadie turbara nuestro ensueño,
la blanca rosa de tu amor me diste
como tributo de mi malsano empeño.

Poco después, cuando con triste llanto
reprochabas más trágicos excesos,
volví a estrujar tu cuerpecito santo
y a ofender tus mejillas con mis besos.

Tu divina figura es la culpable
de la crueldad con que yo te he tratado,
porque siendo tan bella, eres deseable,
y yo te amé con ansia, enamorado.

Por tu hermosura te besé en la boca
y por ella burlé tu real pureza;
la causa fue de que mi mente loca
olvidara un momento su nobleza.

Y ésa es la causa que perdón no imploro
a tu leal corazón, que es tan amante;
llora..., no importa, pues tu justo lloro
más bella te hace ser, más incitante.