NADA - JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

A tu abandono opongo la elevada
torre de mi divino pensamiento;
subido a ella, el corazón sangriento
verá la mar por él empurpurada.

Fabricaré en mi sombra la alborada,
mi lira guardaré del vano viento,
buscaré en mis entrañas mi sustento...
Mas, ¡ay!, ¿y si esta paz no fuera nada?

¡Nada, sí; nada, nada!... -O que cayera
mi corazón al agua, y de este modo
fuese el mundo un castillo hueco y frío...-

Qué tú eres tú, la humana primavera,
la tierra, el aire, el agua, el fuego, ¡todo!...,
¡y soy yo sólo el pensamiento mío!

MANOS - JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

¡Ay, tus manos cargadas de rosas! Son más puras
tus manos que las rosas. Y entre las hojas blancas,
surgen lo mismo que pedazos de luceros,
que alas de mariposas albas, que sedas cándidas.
¿Se te cayeron de la luna? ¿Juguetearon
en una primavera celeste? ¿Son de alma?
...Tienen esplendor vago de lirios de otro mundo;
deslumbran lo que sueñan, refrescan lo que cantan.
Mi frente se serena, como un cielo de tarde,
cuando tú con tus manos entre sus nubes andas;
si las beso, la púrpura de brasa de mi boca
empalidece de su blancor de piedra de agua.
¡Tus manos entre sueños! Atraviesan, palomas,
de fuego blanco, por mis pesadillas malas,
y a la aurora me abren, como con luz de ti,
la claridad suave del oriente de plata.

JARDÍN DOLIENTE - JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Tú me mirarás llorando
-será el tiempo de las flores-,
tú me mirarás llorando,
y yo te diré: "No llores".

Mi corazón, lentamente,
se irá durmiendo... Tu mano
acariciará la frente
sudorosa de tu hermano...

Tú me mirarás sufriendo,
yo sólo tendré tu pena;
tú me mirarás sufriendo,
tú, hermana, que eres tan buena.

Y tú me dirás: "¿Qué tienes?"
Y yo miraré hacia el suelo.
Y tú me dirás: "¿Qué tienes?"
Y yo miraré hacia el cielo.

Y yo me sonreiré
-y tú estarás asustada-,
y yo me sonreiré
para decirte: "No es nada..."

LO FATAL - RUBÉN DARÍO

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...

EL SECRETO - ERNESTINA DE CHAMPOUCÍN (ESPAÑOLA)

No habléis de mí, vosotros que cifráis vuestra dicha
en le amor y el júbilo de algún amor terreno;
¿qué sabéis del poder obsesivo e inmutable,
del dominio absoluto del Dios que llevo dentro?

Vuestros ojos resbalan sobre mí sin captarme,
sólo advertir la forma tangible de mi cuerpo.
¿Qué sabéis de la llama que quema y no consume,
que sabéis de mi Dios, del Dios que llevo dentro?

Esta vida aparente, similar a la vuestra,
en tránsito forzoso, es el mismo sendero
que os conduce a la nada y a mí me precipita
en la sima sin fondo del Dios que llevo dentro.

Nadie puede quitármelo. Él es lo único mío,
lo único invulnerable a los celos del viento,
al curso de los astros, al dolor y a la muerte.
Debo mi libertad al Dios que llevo dentro.

SIN PALABRAS - RAFAEL CABRERA (MEXICANO)

Será como un efluvio el amor mío
que envolverá tu ser calladamente,
como niebla impalpable sobre un río
y como el aire azul y transparente.

Será un halo en tu pálida cabeza,
un iris en su eterno cristalino,
una flor de tu vida en la maleza,
y un manso atardecer en tu camino.

Como ansia a todas horas renovada,
como una herida sin cesar abierta,
como una aspiración nunca saciada
y como una inquietud siempre despierta...

De mezquinos afanes olvidado,
sólo lleno de ti, de ti suspenso,
y en cada breña dejaré un pecado
y en cada risco un desencanto inmenso.

Despeñaré en un tajo tu amargura
que hacia el abismo rodará perdida,
fundiré en su caverna más oscura
su desconsuelo enorme de la vida.

Y si lágrima fue, será rocío;
será rayo de luna si es la niebla;
algo como una estrella en el vacío,
algo como una luz en la tiniebla...

Y hará que mires en el corto viaje,
a través del dolor que tu alma llena,
como a través del oro de un celaje,
que la vida es muy triste, pero buena...

Y apacible, profundo y silencioso,
cuando inclines muy pálida la frente
para dormir el sueño misterioso,
él será como un surco luminoso
que prolongue tu vida eternamente...

AQUELLA NOCHE - CLAUDIO DE ALAS (COLOMBIANO)

Desnudaron su cuerpo las madrinas
y hablándole al oído sobre el caso...;
su mirada volviéndose a las cortinas
y enrojeció su faz como el ocaso.

Sentándose en el lecho,
rodó por sus espaldas, desgreñada,
de sus negros cabellos la cascada;
en tanto que su pecho
hinchábase cual onda alborecente
y sus manos temblaban castamente.

Las ocultas consignas postrimeras
-libertando sus piernas de las ligas-
muy serias le dijeron sus amigas...

Mientras pasaba eso,
la blanca morbidez de sus caderas,
de la lámpara tenue ante el reflejo,
temblaba incitadora en un espejo,
propicia para el tacto y para el beso.

Llegó el momento de quedarse a solas.
Por su carne rosada y palpitante
corríale el rubor en tibias olas,
y su pecho cual nunca le latía.

Escuchóse la entrada del amante.
Tembló entonces, y haciendo que dormía,
meditó en las angustias del instante...
Él contempló su forma inmaculada.
Iluminó su faz un gesto malicioso.

Y el instante llegó.
Su mente en el pudor ya no pensó...
Lentamente en las sábanas se hunde...
La estancia en las tinieblas se refunde...
Siente ella el cuerpo acariciado y preso...
Febril resuena la explosión de un beso...
Un cuerpo con el otro se comprime...
La besa él, y con pasión le nombra...
Ella le abraza y con ternura gime;
hasta que raudamente entre la sombra
-cual eco virginal, ardiente y vivo-
se pierde un grito corto y convulsivo.

EL COBARDE - BORIS ELKIN

Un muchachón de manos engrilladas;
un comisario "bravo" y un alcalde
que, sabiéndolo al mozo, bien seguro,
le escupen su desprecio "pa que hable".
-Lo mataste a traición, seguramente...
Y el mozo le contesta: -Sepa, alcalde,
que los hombres nacidos en mi tierra
muy poco matan de traición a naides.
-Sin embargo-interrumpe el comisario-,
nunca matan de frente los cobardes.
-¿Y cuándo esa fama, comisario?
-Te la ganaste bien aquella tarde
qu'el finao te insultó delante é todos
y vos, como faldero, te achicastes.
-Aquello jue otra cosa, comisario;
me achiqué con razón, no por cobarde.
Aquella tarde me allegué hasta el pueblo
pa buscarle rimedios a mi madre,
que había quedao solita, allá en el rancho,
quemándose de fiebre sobre el catre.
Si me achiqué, señor, no jue de miedo.
Jue su voz que me gritó:"¡Párate!"...
Es muy fiero, señor, pa quien ya siente
que la muerte comienza a aproximarse,
encontrar que no hay naides en el mundo
que le empreste un poquito de coraje,
sin tener quien le rece un padrenuestro,
ni tener quien le pida un "Dios te salve".
Pero ayer me cobré. Mi mamá ha muerto;
y ya sin su cariño que me ate,
m'encaminé pal pueblo, bien seguro
de no encontrar branquera que me pare.
Estaba en el boliche el "hombre guapo"
hablando de bravura, de coraje...,
"que a los hombres los reta como a chicos...",
"que no encuentra varón que se le cuadre...".
Por eso, al dentrar yo, ni m'hizo caso,
y con desprecio comenzaba a ráirse
cuando mi zurda le cruzó la cara
pa evitar el decirle: "¡Acomódate!"
Sacó el facón y me vino al humo.
La carrera conmigo l'era fácil...,
y el hombre, entusiasmao siguramente,
tiró un hachazo..., se quedó pagando...,
buscando sitio pa poder dentrarme,
y sonzo juera yo de no cobrarme.
-¿Tenés más que agregar?
                                       -Sí, comisario:
¡qué no güelva a tratarme de cobarde
sin soltarme una mano, por lo menos...,
por si tiene antojo de probarme!

LA LOLA - FEDERICO GARCÍA LORCA

Bajo el naranjo lava
pañales de algodón.
Tiene verde los ojos
y violeta la voz.

¡Ay, Amor,
bajo el naranjo en flor!

El agua de la acequia
iba llena de sol,
en el olivarito
cantaba un gorrión.

¡Ay, Amor,
bajo el naranjo en flor!

Luego, cuando la Lola
gaste todo el jabón,
vendrán los torerillos.

¡Ay, Amor,
bajo el naranjo en flor!

EL LECHO - FELICIEN FAGUS (BELGA)

¡Lecho dulce y sagrado, velado por cortinas;
limpio y florido lecho que exhala fresco olor;
lecho que ofrece calma en sus sábanas finas;
lecho de nupcias, lecho del inocente amor!

Una luz a tu lado palpita vigilante,
y reza por nosotros una muda oración;
como sobre un altar así es su luz brillante,
ya que el lecho es el sacro altar de la mansión.

Otros suaves, velados por reflejos de rosa,
ostentan las cortinas que nos miran dormir;
lecho cándido y amplio, que de calma rebosa,
y hasta el que llega, al alba, de Dios el sonreír.

Mientras Cristo, en la cruz, con mirada serena
junto a la luz vigila nuestro suave soñar,
en la cuna de mi hijo hay rumor de colmena,
de tantas alas de ángeles que vienen a velar.

CON LA SIMPLE PALABRA - JOSÉ ÁNGEL BUESA

Con la simple palabra de hablar todos los días,
que es tan noble que nunca llegará a ser vulgar,
voy diciendo estas cosas que casi no son mías,
así como las playas casi no son del mar.

Con la simple palabra con que se cuenta un cuento,
que es la vejez eterna de la eterna niñez,
la ilusión, como un árbol que se deshoja al viento,
muere con la esperanza de nacer otra vez.

Con la simple palabra te ofrezco lo que ofreces,
amor que apenas llega cuando te has ido ya.
Quien perfuma una rosa se equivoca dos veces,
pues la rosa se seca y el perfume se va.

Con la simple palabra que arde en su propio fuego,
siento que en mí es orgullo lo que en otro es desdén.
Las estrellas no existen en las noches del ciego,
pero, aunque él no lo sepa, lo iluminan también.

Y así, como un arroyo que se convierte en río
y en cada cascada se purifica más,
voy cantando este canto tan ajeno y tan mío,
con la simple palabra que no muere jamás.

CARTA SIN FECHA - JOSÉ ÁNGEL BUESA

Amigo: Sé que existes, pero ignoro tu nombre.
No lo he sabido nunca ni lo quiero saber.
Pero te llamo amigo para hablar de hombre a hombre,
que es el único modo de hablar de una mujer.

Esa mujer es tuya, pero también es mía.
Si es más mía que tuya, lo saben ella y Dios.
Sólo sé que hoy me quiere como ayer te quería,
aunque quizá mañana nos olvide a los dos.

Ya ves: ahora es de noche. Yo te llamo mi amigo;
yo, que aprendí a estar solo para quererla más,
y ella, en tu propia almohada, tal vez sueña conmigo;
y tú, que no lo sabes, no la despertarás.

¡Qué importa lo que sueña! Déjala así, dormida.
Yo seré como un sueño sin mañana ni ayer.
Y ella irá de tu brazo para toda la vida,
y abrirá las ventanas en el aterdecer.

Quédate tú con ella. Yo seguiré el camino.
Ya es tarde, tengo prisa, y aún hay mucho que andar,
y nunca rompo el vaso donde bebí un buen vino,
ni siembro nada, nunca, cuando voy hacia el mar.

Y pasarán los años favorables o adversos,
y nacerán las rosas que nacen porque sí;
y acaso tú, algún día, leerás estos versos,
sin saber que los hice por ella y para tí...

COLOQUIO BAJO LA PALMA - ANDRÉS ELOY BLANCO

Lo que hay que ser es mejor
y no decir que se es bueno
ni que se es malo,
lo que hay que hacer es amar lo libre en el ser humano,
lo que hay que hacer es saber,
alumbrarse ojos y manos
y corazón y cabeza
y después ir alumbrando.

Lo que hay que hacer es dar más
sin decir lo que se ha dado,
lo que hay que dar es un modo
de no tener demasiado
y un modo de que otros tengan
su modo de tener algo,
trabajo es lo que hay que dar
y su valor al trabajo
y al que trabaja en la fábrica
y al que trabaja en el campo,
y al que trabaja en la mina
y al que trabaja en el barco,
lo que hay que darles es todo,
luz y sangre, voz y manos,
y la paz y la alegría
que han de tener aquí abajo,
que para las de allá arriba,
no hay por qué apurarse tanto,
si ha de ser disposición
de Dios para el hombre honrado
darle luz al enterrado.

Por eso quiero, hijo mío,
que te des a tus hermanos,
que para su bien pelees
y nunca te estés aislado;
bruto y amado del mundo
te prefiero solo y sabio.

A Dios que me dé tormentos,
a Dios que me dé quebrantos,
pero que no me dé un hijo
de corazón solitario.

HORAS DE AMOR - ANÓNIMO

¿Te acuerdas? Quise con impulso leve,
sobre tu pecho colocar mi oído
y escuchar el dulcísimo latido
con que tu blando corazón se mueve.

Prendí en mis brazos tus cintura breve
y hundí mi rostro en el caliente nido
de tu seno, que es mármol encendido,
carne de flores y abrasada nieve.

¡Con qué prisa y qué fuerza palpitaba
tu enamorado corazón! Pugnaba
tu talle en tanto; mas con ansia loca,
bajo la nieve el corazón latía,
y en su gallarda rebelión quería
saltar del pecho por besar mi boca.

RIMA SENTIMENTAL - ANÓNIMO

Entre los dos mi corazón un día
enterramos, ¿te acuerdas?
Tu delicada mano abrió la fosa,
tu pie menudo aprisionó la tierra.

"Bien muerto está", dijiste, y sin mirarme
te alejaste riendo...
¡Descansa -murmuré-, corazón mío!
¡Descansa; ya era tiempo!

He pasado al volver la primavera
por el lugar aquel tan silencioso...
¡Oh corazón tenaz!, había brotado
una violeta azul como tus ojos.

INSOMNIO - JOSÉ ALONSO Y TRELLES

Es de noche; pasa
rezongando el viento,
que duebla los sauces
cuasi contra el suelo.

En el fondo oscuro
de mi rancho viejo,
tirao sobre el catre
de lecho de tientos,
aguaito las horas
que han de traerme el sueño,
y las horas pasan,
y ni yo me duermo
ni duerme en la costa
del bañao el tero,
que a ocasiones grita
no sé qué lamento
que el chajá repite
dende ayá muy lejos...

¡Pucha que son largas
las noches de invierno!

A través del turbio
cristal del recuerdo
van mis años mozos
pasando muy lentos.

Y dispués que gozo
si a vivirlos güelvo,
pensando en los de aura
no sé lo que siento...
Noviyos sin guampas,
yeguas de cencerro,
potros que doman a juerza e'cabestro;
bretes que mataron los lujos camperos;
gauchos que no saben de vincha y culero;
patrones que en autoo van a los rodeos...

¡Pucha que son largas
las noches de invierno!

La puerta del rancho
tiembla porque el perro
tirita contra ella
de frío y de miedo.
Tuito es hielo ajuera,
tuito es frío adentro,
y las horas pasan,
y yo no me duermo;
y pa pior, en lo hondo
de mi pensamiento
briyan encendidos
dos ojos matreros
que persigue al ñudo pa quemarme en ellos...
Son los ojos brujos
que olvidar no puedo
porque ya pa siempre
robáronme el sueño...

¡Pucha que son largas
las noches de invierno!

CIENCIA DE AMOR - DÁMASO ALONSO (ESPAÑOL)

No sé. Sólo me llega, en el venero de tus ojos, la lóbrega noticia de Dios; sólo en tus labios, la caricia de un mundo en mies, de un celestial granero.

 ¿Eres limpio cristal o ventisquero destructor? No, no sé... De esta delicia yo sólo sé su cósmica avaricia, el sideral latir con que te quiero.

Yo no sé si eres muerte o si eres vida, si toco rosa en ti, si toco estrella, si llamo a Dios o a ti cuando te llamo.

Sólo sé que la tarde es ancha y bella, junco en el agua o sorda piedra herida, sólo sé que soy hombre y que te amo.

ESPERO - CELSO EMILIO FERREIRO (ESPAÑOL)

Siempre más noble cuanto más vejado, siempre más recio cuanto más herido y el puro corazón siempre encendido en la esperanza de lo inesperado.

Nunca el tahúr sin alma me ha ganado, nunca la fuerza injusta me ha vencido, soy así porque sí: porque he nacido con afán de vivir entusiasmado. Sólo le pido a Dios que no se trunque mi voluntad de ser paciente yunque en tanto no me toca ser martillo. Por lo demás, todo esto es muy sencillo: Sentarse y esperar. Es cosa cierta que pasará su entierro por mi puerta.

TÚ ME GUSTAS TOTAL, ENTERA Y TODA - CÉSAR DÍAZ MARTÍNEZ

Tú me gustas total, entera y toda, no por el fuego de tu pelo húmedo, ni por tus senos de canela tibia, ni el pecado del ritmo en tu cadera.

Tú me gustas total, entera y toda, no por tu boca tan intacta al beso, ni por las llamaradas de tu carne que se está calcinando entre tus venas.

Tú me gustas total, entera y toda, no porque eres mía y no me perteneces, ni porque la envidia de los demás la siento como si se tratase de mi propia envidia.

Tú me gustas total, entera y toda, no porque me la pase junto a ti bebiendome tu aliento, ni rumiando los pedazos de tu amor que tú me miras.

Tú me gustas total, entera y toda, por ese olor a carne que tú tienes; olor de carne de mujer que es tuyo, porque nadie más huele así en la tierra.

Tú me gustas total, entera y toda, porque ese olor es tuyo y lo encontré para mí.

ESTO NUNCA HA PASADO

Aunque el blog está dedicado a la poesía no sé por qué pero me apetecia poner un relato erótico que publiqué en otro lugar, pero he de decir que no es un relato autobiográfico... Espero que os guste y disfrutéis con él...

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Es lo que me repito una y mil veces. Esto nunca ha pasado.
Soy una chica muy tímida, pero esto que me ha pasado, no se me hubiera pasado por la cabeza jamás.
Ayer fui a ver al Prado una exposición de un pintor que siempre me ha llamado la atención por lo que transmiten sus cuadros.
Enfundada en mi abrigo, con coleta y mis gafas de ver, fui ilusionada.
No acepté ir en grupo, a mí me gusta ir a mi ritmo.
Cuando entré en la sala, ya se respiraba un aroma cálido. La sala estaba llena de gente.
Me acerqué a admirar el primer cuadro. Eran abundantes los colores, todos en tono pastel con un ligero toque amargo de negros y rojos.
Un ligero cosquilleo recorrió mi cuerpo. Me hizo sentir.
Me pregunté cómo sería el cuadro viéndolo sin gafas. Me las quité. A penas había diferencia, mis pupilas lo absorbían todo.
Una extraña sensación de calor me iba comiendo.
Me excitaba.
Pasé al segundo cuadro, ese algo extraño me siguió invadiendo.
No sé lo que me llevó a soltar mi coleta y dejar mi pelo salvaje, suelto. Sentir las puntas rozando mi cuello, me hizo subir un tono más.
¿Qué tendrían esas pinturas?
Noté que mis mejillas también se enrojecían.
Una sensación a hombre, a macho me fue abrazando.
Noté que debajo de mi abrigo, un cuerpo caliente se removía.
Me quité el abrigo, el calor era insoportable.
Un vestido fino sin mangas, dejó al descubierto mis hombros. Rápidamente mi pelo fue a acariciarlo.
Otro cosquilleo, otra sensación… más excitación.
Cuando llegué al tercer cuadro, mi mente estaba completamente desnuda.
Mis manos ya se paseaban por mi cuello.
Estaba como hechizada.
Y una mano, que no era la mía, se posó en mi cadera.
Cerré los ojos, no me importaba quién me tocaba. Me tocaba y era lo que necesitaba.
Mi ropa interior estaba húmeda. De calor, de excitación, mojada de mujer.
Esos dedos masculinos me aprisionaban, me hacían suya.
Dejé de mirar la pintura. Poco importaba ya que fuera la fuente de mi excitación.
Me di la vuelta y encontré unos ojos preciosos chispeantes de deseo. Me devoraban sin piedad.
Sin decir una palabra me tomó del brazo y nos fuimos a los aseos.
En cuanto se cerró la puerta cayeron sobre mí sus feroces caricias, sus besos sin freno.
Tocó mis bragas y sonrió. Sabía que deseaba tenerle dentro.
Me subió a los lavabos y dejó al descubierto mi humedad. Metió su dedo y una punzada de placer recorrió mi espalda, solté un gemido.
Lo movió y me volvió loca.
Abrió mis piernas y miró mi cuadro recién pintado.
Lamió mis muslos, llegó hasta mi ingle.
Me tumbé sobre el espejo y abrí más las piernas.
Movió su lengua, mi clítoris estaba duro. Me tapé la boca con la mano. Mis gemidos eran escandalosos. Según me lamía regresó su dedo dentro de mí. El movimiento fue abrasador, el cuerpo me quemaba.
Con la otra mano pellizcaba mis pezones. Y no pude con tanto placer y un orgasmo se asomó a mi vientre, a mis piernas. El cuerpo comenzó a temblar, no podía reprimirlo.
Cuando su intensidad fue bajando. Me puso en el suelo.
Los dos nos mirábamos en el espejo. Abrí de nuevo las piernas y él me penetró.
Gemí de placer y el orgasmo regresó con más fuerza. Me movía, me embestía como un animal.
Apretó mis pechos.
Sus embistes eran cada vez más fuertes, su respiración se aceleró. Su orgasmo estaba llegando.
Sentí su semen golpear con furia en mi interior. Se apartó y su arroyo cálido fue bajando por mis muslos, llegó a las rodillas y se perdió en mis tobillos.
Me besó, me acarició con ternura.
-Te quiero mi vida.
-Yo también te quiero.
Sonreímos, nos lavamos, nos vestimos y fuimos a casa a comer.
Me había prometido no volver a hacerlo pero la persona a la que se desea es el mejor afrodisíaco que se pueda tener.
Intentaré pensar que eso sólo sucedió en mi fantasía…

EPITAFIO - CARLOS CASTRO SAAVEDRA

Esta casa está sola. Aquí no vive nadie.

Pero hace apenas unos meses
era un hogar con una madre
que atizaba el fuego
y tendía los lechos blancos.

Era un hogar, y los hijos varones
hablaban de mujeres y de viajes
en torno del silencio de su padre.

Por la noche, muy cerca de una lámpara,
se agrupaba el amor de la familia;
alguien se levantaba
para ir a buscar un libro de poemas
pero dejaba en medio de los suyos el alma.

Adentro de esta casa, en sus alcobas,
que aún huelen a sábanas, a limpieza y a madre,
se vivió, se soñó,
y hubo sitios humildes y cotidianos
donde se echaba el perro a mirar a sus amos.

Mas un día llegó la muerte
y ordenó el desahucio
porque nadie en la casa había pagado
su tributo en la tierra.

Murió la madre, murió el padre
y los hijos se fueron a morir a otra parte.

Esta casa está sola. Aquí no vive nadie.

BREVE VISION DE LA LLUVIA - CARLOS CASTRO SAAVEDRA (COLOMBIANO)

Llueve sobre el campo verde.
Por entre música de agua
la mirada se me pierde.

Hay una brisa suspensa.
Bailan goteras desnudas
sobre una esmeralda inmensa.

El cristal de la llovizna
en el tronco de los árboles
carbonizado se tizna.

Frescas monedas del cielo
se meten por las ranuras
de la alcancía del suelo.

En la hierba humedecida
los grillos rayan un vidrio
de lluvia desvanecida.

Lluvia que bajas corriendo
a refrescar la mejilla
de la flor que está muriendo.

Lluvia que corres, bajando,
para humedecer a tiempo
la voz que se está quemando.

Lluvia que caes en la tierra
y que luego te levantas
en la miel que el fruto encierra.

Lluvia que caes en el alma
y amarras el corazón
con una cinta de calma:

Cuando te veo descender,
pienso que mi alma y el campo
por ti van a florecer.

LA ESTRELLA REMOTA - CÉSAR CASAS MEDINA (COLOMBIANO)

Pensar en ti. Solamente en ti.
A toda hora. A cada instante.
¡Jamás he podido
dejar que un minuto se vaya al olvido
sin pensar en ti!

Quererte. A ti solamente.
Quererte, anhelarte, esperarte.
¡Soñar con el aura fragante
de tus sederías...!
¡Concentrar el alma que vagaba errante,
en torno de tus elegancias y tus alegrías!

Quererte. ¡A ti solamente,
con desvío absoluto
de todo lo que hay en el mundo!
¡Quererte
con cariño inmenso, con amor profundo!

Buscar en tus ojos el alba
de esta noche eterna... Buscar en tus ojos
la estrella (tan lejos, tan lejos...)
que se hunda en el pozo
de mi vida oscura, y la alumbre,
y le borde en los bordes oscuros
un nimbo de vivos reflejos;
¡la estrella que duerme en tus ojos
tan grandes, tan lindos, tan puros;
la estrella que duerme en tus ojos,
tan lejos..., tan lejos!

Y pensar que todo
no es sino un gran sueño...;
un sueño imposible,
sombra de quimera, albor de esperanza,
rosas que la tarde sabe entristecer...;
¡pensarte, quererte,
buscar en tus ojos la vida,
y hallar en tus ojos la muerte!!

LA COSTURERITA QUE DIO AQUEL MAL PASO - EVARISTO CARRIEGO

La costurerita que dio aquel mal paso...
-y lo peor de todo, sin necesidad-,
con el sinvergüenza que no la hizo caso
después... -según dicen en la vecindad-,

se fue hace dos días. Ya no era posible
fingir por más tiempo. Daba compasión
verla aguantar esa maldad insufrible
de las compañeras, ¡tan sin corazón!

Aunque a nada llevan las conversaciones,
en el barrio corren mil suposiciones
y hasta en algo grave se llega a crecer.

¡Qué cara tenía la costurerita,
que ojos más extraños, esa tardecita
que dejó la casa para no volver!...

Idilio - Oscar Ponferrada (Mexicano)

En el aire, su boca pintaba corazones.
Reía, haciendo gárgaras con las mejores voces,
y cuando me veía se enrulaba de miedo,
tal como los sarmientos en el mes de la poda.

Empezó por temerme como un chiquillo al agua,
y acabó chapoteando sus caricias en ella...

Cuando yo era soldado del batallón del barrio
y me cupo la suerte de ser abanderado,
pasé frente a sus ojos relumbrando heroísmos
y se incendió su cara con el primer cariño.

Y una tarde que tengo filmada en mis recuerdos,
galopando alegrías, los caballos muy juntos,
nos fugamos de un punto para volver a él,
después de haberle dado muchas vueltas al "mundo".

Una ilusión: viajar.
Una emoción: amar.
Cosas de calestinas... ¡Quién pudiera otra vez
pagar veinte centavos
por la felicidad!

Llanto por Ignacio Sanchez Mejia (1935) - Federico García Lorca

                      1

LA COGIDA Y LA MUERTE

A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo más era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde,
y un muslo con un asta desalada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones de bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.

Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde,
¡Ay, que terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!

                      2

LA SANGRE DERRAMADA

¡Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.

¡Que no quiero verla!

La luna de par en par.
Caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras.
¡Que no quiero verla!
Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!

¡Que no quiero verla!

La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre su hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
No.
¡Que no quiero verla!

Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tejidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.
¡Quién me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!
No se cerraron sus ojos
cuando vio los cuernos cerca,
pero las madres terribles
levantaron la cabeza.
Y a través de las ganaderías,
hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes
mayorales de pálida niebla.
No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada
ni corazón tan de veras.
Como un río de leones
su maravillosa fuerza,
y como un torso de mármol
su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia.
¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué buen serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío!
¡Qué deslumbrante en la feria!
¡Qué tremendo con las últimas
banderillas de tiniebla!

Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Y su sangre ya viene cantando:
cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos,
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuñas
como una larga, oscura, triste lengua,
para formar un charco de agonía
junto al Guadalquivir de las estrellas.

¡Oh blanco muro de España!
¡Oh nebro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!
No.
¡Que no quiero verla!
Que no hay cáliz que la contenga,
que no hay golondrinas que se la beban
no hay escarcha de luz que la enfríe,
no hay canto ni diluvio de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata.
No.
¡¡Yo no quiero verla!!

                     4

ALMA AUSENTE

No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.

No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.

El otroño vendrá con caracolas,
uva de niebla y montes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.

Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.

No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.
La tristeza que tuvo su valiente alegría.

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.

... Y apareció el amor - Heli Colombani

La almohada se suda de trasnocho
y encanece el cabello
adormecido.
Mil luces van cegando la retina
y el humo
es un puñal
que cae sobre la yema de los dedos
y vuelve gris la punta del cigarro.

Afuera se oye el ruido
de las puertas
que doblan su cerrojo
apresuradas.
Los pasos no son pasos
cuando calzan las horas de penumbra.
La lluvia hace que el techo
se reduzca
para esquivar las gotas,
y un hombre
aquí inclinado,
mantenida la frente con las manos,
sostenidos los codos con las piernas,
soportados los hombros
con el arco que tiende a las rodillas,
mientras clava afilada efervescencia
en la frágil ceniza enronquecida,
piensa
que desde que el amor tiene sus labios
en sincera su voz,
y preciso su paso,
y mejor y más ancho su camino,
de más sentido la lucha
que realiza y reclama,
con mayores razones las palabras,
reducido el dolor
que produce la espera,
la actitud más humana.
Por eso en la noche
(un recuerdo en la frente
y en la frente en las manos)
nuevo valor adquiere
este pequeño espacio,
y más calor de humanidad
emerge de los poros
de la sábana.
Un hombre, aquí inclinado,
no dejará que el odio
aletee los párpados.
Ya apareció el amor.
Ya está salvado.

Ante la tumba de Barrios - Ismael Cerna (Guatemalteco)

No vengo a tu sepulcro a escarnecerte,
no llega mi palabra vengadora
ni a la viuda, ni al huérfano que llora
ni a los fríos despojos de la muerte.

Ya no puedes herir ni defenderte,
ya tu saña pasó, pasó tu hora;
solamente la historia tiene ahora
derecho a condenarte o absolverte.

Yo que de tu implacable tiranía
una víctima fui, yo que en mi encono
quisiera maldecirte todavía.

No olvido que en un instante en tu abandono
quisiste engrandecer la Patria mía,
¡y en nombre de esa Patria te perdono...!

Mi madre - Manuel M. Flores

¡Oh, santa madre mía!
Aún puedo al despertar por las mañanas
santificar mi trabajoso día
con mi beso primer sobre tus canas;
aún puedo con el alma cariñosa
sentir cómo resbala temblorosa
la mano en mis cabellos,
acaso por secar, madre piadosa,
la humedad de tus lágrimas en ellos.

Porque tú lo comprendes, tú lo sabes,
aunque no te lo diga, madre mía:
no soy feliz..., padezco. Hay en mi alma
el callado sufrir de la agonía.

Tú lo sabes, lo sabes, y por eso,
presintiendo de mi alma las congojas,
al estampar sobre mi frente un beso,
sin quererlo, con lágrimas lo mojas.

¿Qué fuera yo sin ti? ¿Dónde encontrara
mi triste vida cariñoso abrigo?
¿Quién con mis breves júbilos gozara?
¿Quién me buscara por sufrir conmigo?

¿Quién me diera valor? ¿Quién me alentara
en esta lucha eterna con la suerte?
¿Quién sino la evangélica matrona
a quien llamó Jesús la mujer fuerte?

¿Qué religiosa voz, de mi conciencia
huir hiciera la impiedad bastarda?
¿En dónde viera yo sin ti tu presencia
al ángel cariñoso de mi guarda?

Madre, tú eres la fe. Cuando en el templo,
mujer de los dolores, solitaria
levantas tu oración, es el querube
quien recoge tus lágrimas y sube
con ellas, al Eterno, tu plegaria.

Y es ella, tu oración, tu fe sublime,
tu fe de madre que el Señor bendijo,
la que, bañada en lágrimas, redime
y purifica el corazón de tu hijo.

Tú eres piedad y dulce fortaleza,
como el ángel que al Hijo sostenía;
tú levantas el polvo mi cabeza
y también me sostienes, madre mía,
cuando apuro en mis horas de tristeza
mi desbordado cáliz de agonía;
cuando siento que, herido de la suerte,
mi espíritu está triste hasta la muerte.

Tu voz cristiana, fervorosa y santa,
que habla con Dios y a la oración invita,
del santuario de tu alma se levanta
inspirada, dulcísima y bendita...

Quizá la duda con su noche impía
mi fatigado pensamiento puebla;
pero hablas..., y se va como la niebla
ante la clara suavidad del día.

Tú eres, madre, la copa del consuelo
con que la fiebre del pesar se calma,
y brilla como el iris en el cielo
tras de deshecha tempestad del alma.
Madre, tú eres amor, amor bendito.
Amor siempre inmortal, amor sin nombre,
el único en que encuentra un infinito
el insaciable corazón del hombre.

Siempre tú, sólo tú... Si me arrancara
este mi corazón que siento grande
porque tú estás en él, y lo arrojara
al viento en mil pedazos,
en cada uno grabada se encontrara
la imagen de mi madre entre mis brazos...
¡Siempre tú, no más tú! ¡Qué en mi existencia
sólo tú eres bondad, bien y consuelo;
sombra de ángel al mundo descendida,
pero nunca de mi alma desprendida,
fe de creencia, luz de mis ideas,
mi ser, mi amor, mi adoración, mi vida,
madre, imagen de Dios, bendita seas!

Serrana - Arsenio Cavilla Sinclair

Sí; supe hoy que jamás me has querío;
qu'el fierro 'e tus mañas
me puso en la frente la marca 'e marío...,
pa' usarme 'e pantaya.

Sé también de qu'en yerna de amores
pialaba tu honra un juerte serrano,
y que po' eso en la falda 'e "Los Moyes"...
descansa tu hermano.

Y qu'en l'abra del monte 'e los seibos
duermen dos varones,
con quienes jugaste al juego 'e los selos...
con cartas falderas, que jueron facones.

Y entuavía pa' ráirte a mi gasto,
me pedís, ¡mal hembra!,
que te truja del serro mas alto
las flores más blancas, más lindas que tenga.

¿Y desís que tu antojo es pavada
pa' un hombre sin miedo?
Asertastes; me suebran agayas,
y en ves 'e las flores..., ¡mi daga te priendo!

Tu secreto - Evaristo Carriego

¡De todo te olvidas! Anoche dejaste
aquí sobre el piano, que ya jamás tocas,
un poco de tu alma de muchacha enferma:
un libro, vedado, de tiernas memorias.

Intimas memorias. Yo lo abrí al descuido,
y supe, sonriendo, tu pena más honda,
el dulce secreto que no diré a nadie:
a nadie interesa saber que me nombras.

...Ven, llévate el libro, distraída, llena
de luz y de ensueño. Romántica loca...
¡Dejar tus amores ahí, sobre el piano!
...¡De todo te olvidas, cabeza de novia!

Los hijos - José Luis Hidalgo (Español)

Yo quisiera morir cuando ya tenga
mi sangre en otras sangres derramada
y ya en mi corazón sea semilla
que florezca su flor en otra rama.

Porque entonces, Señor, mi tronco seco
sin la savia de Ti, se irá a la nada,
seguirán por tu luz alimentadas
por las ramas más altas de mi vida.

Y pasarán los años; mi madera
sobre el suelo caerá por Ti talada
y en su carne, ya tierra para siempre,
crecerán las raíces de sus ramas.

Así podré tenerte, con mis hijos
podré llegar a Ti; por sus palabras,
podré llorar de Ti, podré soñarte
buscando en el futuro tus entrañas.

Pero si no es así, si en mí se ciegan
los ríos de la sangre que te cantan,
jamás te encontraré, porque los muertos
están muertos y mueren y se acaban.

La morena - Abilio Guerra Junqueiro (Portugués)

Yo ya sé, no niegues,
que tú tienes pena
de que las rapazas
te llamen morena.

Yo no... Pero, en fin,
¿qué te importo yo,
ni que las morenas
me gusten o no?

Mira las violas,
tan negras corolas
y oliendo tan bien.
Pues ve lo que fuera
si Dios las hiciera
morenas también.

Niña, hay rosas dobles
y las hay sencillas,
las hay encarnadas,
las hay amarillas,
color de azucena,
quebrada color;
empero, morena
no hay más que una flor.

Morenas han sido,
y estaban muy bien,
las mozas más lindas
de Jerusalén.

La Virgen María,
no sé, mas sería
morena también.
Moreno era Cristo;
ya ves por qué insisto,
porque no quisiera,
moza, que te diera
tantísima pena
de que las rapazas
te llamen morena.

Corazón, te haces viejo... - J. Guardiola (Español)

Corazón, te haces viejo y es preciso que sanes
de las bellas locuras de otros tiempos mejores.
Has pasado la vida en amables quimeras,
consumido en el ansia de un amor puro y fiel,
fueron en ti los otros verduras de las eras.

Te has dado sin reservas, humano y generoso,
mas el amigo, en cambio, te ha vendido, traidor.
Repón tus descalabros y cura tus heridas,
de las que no ha cesado la sangre de manar,
y de esas ilusiones que guardas escondidas
en la vida te vuelvas, corazón, a acordar.

Mas ¿por qué, corazón, tu latido aceleras?...,
¿acaso esa que pasa... es tal vez la que esperas?
¡Ah!, corazón iluso, tu destino es sufrir,
y aunque por males, viejo, por ilusiones, niño,
nunca has de ver saciadas tus ansias de cariño
sino únicamente al cesar de latir.

Una fantasía contenta con amor decente - Sor Juana Inés de la Cruz

Detente, sombra de mi amor esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias atractivo
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho
de que triunfa de mí tu tiranía;
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu sombra fantástica ceñía,
poco importa burlar lazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.

La balada del humo - Ángel Corao (Venezolana)

El amor sólo es una pipa de opio. Fumo,
fumo mi pipa y sueño.
Como mi pensamiento, una espiral de humo
va tejiendo el fantástico diseño
de lo que, cuando fumo,
sueño.

Embriagado de amor no sé hasta cuándo
se prolongue el ensueño voluptuoso en que vivo.
Deja que me recline sobre tu seno blando.
Sobre tu seno evoco, pensativo,
todo lo que soñando
vivo.

Envuelto en la penumbra que horada el braserillo,
entorno las pupilas nostálgicas de sueño.
La llama tiene a veces alucinante brillo,
una voluta alarga su diseño
y, junto al braserillo,
sueño.

Sueño. Tu imagen estremece
mis nervios laxos. Tiene los caprichos del humo
tu forma, esa divina forma que me enloquece;
pero, cuando más cerca te presume,
te alejas de mi alma y al fin se desvanece
tu visión, como el humo.

Adios - Manuel M. Flores (Mexicano)

Adiós para siempre, mitad de mi vida,
un alma tan sólo teníamos los dos;
mas hoy es preciso que esta alma divida
la amarga palabra del último adiós.

¿Por qué nos separan? ¿No saben acaso
que pasa la vida cual pasa la flor?
Cruzamos el mundo como aves de paso...
Mañana la tumba, ¿por qué hoy el dolor?

¿La decha secreta de dos que se adoran
enoja a los cielos y es fuerza sufrir?
¿Tan sólo son gratas las almas que lloran
al torvo destino?... ¿La ley es morir?

¿Quién es el destino?... Te arroja en mis brazos,
en mi alma te imprime, te infunde en mi ser,
y bárbaro luego, me arranca a pedazos
el alma y la vida contigo... ¿Por qué?

Adiós..., es preciso. No llores..., y parte.
La dicha de vernos nos quitan, no más;
pero un solo instante dejar de adorarte,
hace que te olvide, ¿lo pueden?... ¡Jamás!

Con lazos eternos nos hemos unido;
en vano el destino nos hiere a los dos...
¡Las almas que se aman no tienen olvido,
no tienen ausencia, no tienen adiós!

Este vivir - Flora Delmis

Este vivir sin rumbo ni distancia,
este esperar callado y dolorido...,
esta ansiedad de amar sin ansia
y contemplar lo triste de tu olvido...
Este terrible dolor que me atormenta,
esta angustia de saber que no me quieres,
y las horas de mi vivir pasan muy lentas
empuñando el cuchillo que me hiere...
¡Este tedio, esta ruina de vivir
sin esperar ya que tú regreses,
este miedo de tener que morir,
esperando en vano que me beses!

El romance de Sandino - Gonzalo Carnevali (Venezolano)

Por tierras de Nicaragua
ya mataron a Sandino.

A mansalva lo mataron,
lejos de los agrios riscos
donde no ha mucho flamearan
sus banderas de heroísmo.

Por tierras de Nicaragua
galopan los asesinos
hacia una noche de bosques,
perseguidos de olvido
mientras los sigue el recuerdo
como un fantasma sumiso;

y sus caballos de sombra
lucen un tinte rojizo,
igual que sudaran sangre
como en la pasión de Cristo.

Y a las prensas asociadas,
o unidas, que da lo mismo,
no han de tener que llamarlos
ni a él ni a los suyos, bandidos;
y los Chamorros de América
o los Gómez -da lo mismo-,
podrán forjar más sin trabas
sus panamericanismos.

Todo porque en Nicaragua
ya mataron a Sandino.

Al descanso de sus restos
se suma el de los políticos;
y veinte mil generales
de bigotes retorcidos
y espadas que son de acero
pudiendo bien ser de vidrio,
se sienten más generales
desde que murió Sandino.

Mujeres de nuestra América
la de los dolores indios
y los resquemores negros
y los rencores mestizos;
mujeres de nuestra América,
yo sólo una cosa os pido:
mañana cuando estén grandes
decidles a vuestros hijos,
recordándoles al héroe,
que aprendan a ser bandidos.

Escarmiento - Serafín J. García

¿Sabe por qué me sucuche'n mi rancho
y vivo huraño y solo com'un bicho?
Porque ya tengo 'e sobra con las cosas
qu'en el trato 'e los hombres he aprendido.

Riciencita lindaba con los veinte
cuando salí 'e mi pago,
vacido el tirador, pero de sueños
y de esperansa el corazón ricaso.

Creiba entonce' que tuitos los caminos
me tironeaban pa que los siguiera,
y qu'en la punta de cadáuno d'eyos
había un mundo mejor que mi querencia.

Se me hacía robo qu'iba'topar gente
más güena y más derecha,
que si por un casual caiba en disgracia
m'iba'amparar sin indagar quien era.

Como había oído decir, cuando cachorro,
que a tuitos Tata Dios nos hiso iguales,
y véia qu'en mi pago no era asina
porque había siempre diferencia 'e riales,

carculaba que diémdome hayaría
lo que me cencerriaba la esperansa:
un pago ande los hombres
a juersa 'e corasón s'emparejaran...

¡Pero di ande! ¡Si vide en tuitas partes
la mesma vida puerca qu'en mis canchas!:
los de arriba, viviendo pa eyos solos;
los de abajo, hermanos por la disgracia.

Hombres que mientras 'taban en el yugo
eran iguales que güeyes de tan mansos,
y en cuanto pelenchaban se golvían
los piores enemigos de los caidos.

Y po'ande quiera gente fayutasa,
sin lialtá ni concencia,
amiga de adular y de cargarse
siempre pal lao del sol que más calienta...

¡Cómo p'andar en tratos con los hombres
dispués de lo qu'he visto!
¡Vale más sucucharse'n una cueva
y vivir apartao con bichos!

El estudiante de Salamanca - José de Espronceda

Segundo Don Juan Tenorio,
alma fiera e insolente,
irreligioso y valiente,
altanero y reñidor;
siempre el insulto en los ojos,
en los labios la ironía,
nada teme y todo fía
de su espada y su valor.

Corazón gastado, mofa
de la mujer que corteja,
y, hoy despreciándola, deja
la que ayer se le rindió.
Ni el porvenir temió nunca,
ni recuerda en lo pasado
la mujer que ha abandonado
ni el dinero que perdió.

Ni vio el fantasma entre sueños
del que mató en desafío,
ni turbó jamás su brío
recelosa previsión.
Siempre en lances y en amores,
siempre en báquicas orgías,
mezcla, en palabras impías,
un chiste a una maldición.

En Salamanca famoso
por su vida y buen talante,
el atrevido estudiante
le señalan entre mil;
fueros le da su osadía,
le disculpa su riqueza,
su generosa nobleza,
su hermosura varonil.

Que su arrogancia y sus vicios,
caballeresca apostura,
agilidad y bravura
ninguno alcanza igualar;
que hasta en sus crímenes mismos,
en su impiedad y altiveza,
pone un sello de grandeza
don Félix de Montemar.

Pasado - Paul Geraldy

Tres años han pasado desde que fuiste mía...
¡Estabas tímida y ruborosa
entre mis brazos aquel día!
Ahora no eres ya la mujer pudorosa
-perdóname esta verdad cruda-;
ahora te presentas desnuda,
anundas tu cabello y tu cuerpo me ofreces...

Así no eras entonces. Recuerda cuántas veces,
al decirte: "Ven, chiquilla...",
te ocultabas tímidamente,
miedosa de la luz, tras de una silla.
En nuestras horas más ardientes
nunca eras mía por entero.
Me enojabas. Yo estaba ansioso
de sentir que tu beso, tan tímido y ligero,
respondiera al mío ardoroso.
¿Recuerdas? Te decía suavemente:
"Tan tímida usted no sería
si me amara completamente."
¡Ay, sin embargo, ahora qué feliz yo sería
y amaría como un poeta
a la niña de faz de raso
que para hacerse más secreta
cubría sus ojos con un brazo!

Así te amo - Flora Delmis

Cuando se quiere así como te quiero,
con tanto furor, ¡con ansias tantas...!,
no importa nada; tú eres lo primero:
el sol, la sombra, la espina de mis plantas.

Cuando se ama así, como te amo,
qué poquita es la vida para amarte;
que rota voz, si con mi voz te llamo,
porque el alma también sabe llamarte...

Cuando se ama así, ¡hondo..., profundo!,
qué importa la razón, si la razón resiste.
¡Está sordo mi oído para el mundo,
tu eres la norma de todo cuanto existe!

Tus ojos me recuerdan - Antonio Machado

Tus ojos me recuerdan
las noches de verano,
negras noches sin luna,
orilla el mal salado,
y el chispear de estrellas
del cielo negro y bajo.
Tus ojos me recuerdan
las noches de verano.
Y tu morena carne,
los trigos requemados
y el suspirar de fuego
de los maduros campos.

Tu hermana es clara y débil
como los juncos lánguidos,
como los sauces tristes,
como los linos glaucos.
Tu hermana es un lucero
en el azul lejano...
Y es alba ya aura fría
sobre los pobres álamos
que en las orillas tiemblan
del río humilde y manso.
Tu hermana es un lucero
en el azul lejano.

De tu morena gracia,
de tu soñar gitano,
de tu mirada de sombra
quiero llenar mi vaso.
Me embriagaré una noche
de cielo negro y bajo,
para cantar contigo,
orilla el mar salado,
una canción que deje
cenizas en los labios...
De tu mirar de sombra
quiero llenar mi vaso.

Para tu linda hermana
arrancaré los ramos
de florecillas nuevas
a los almendros blancos,
en un tranquilo y triste
alborear de marzo.
Los regaré con agua
de los arroyos claros,
los ataré con verdes
junquillos del remanso...
Para tu linda hermana
yo haré un ramito blanco.

Deseos - Salvador Díaz Mirón (Mexicano)

Yo quisiera salvar esa distancia,
ese abismo fatal que nos divide,
y embriagarme de amor con la fragancia
mística y pura que tu ser despide.

Yo quisiera ser uno de los lazos
con que decoras tus radiantes sienes;
¡yo quisiera, en el cielo de tus brazos,
beber la gloria que en tus labios tienes!...

Yo quisiera ser agua y que en mis olas,
que en mis olas vinieras a bañarte
para poder, como lo sueño a solas,
a un mismo tiempo por doquier besarte.

Yo quisiera ser lino, y en tu lecho,
allá en las sombras, con ardor cubrirte,
temblar con los temblores de tu pecho
y morir del placer de comprimirte.

¡Oh!... ¡Yo quisiera mucho más!... ¡Quisiera
llevar en mí, como la nube, el fuego;
mas no como la nube en su carrera,
para estallar y separarnos luego!...

Yo quisiera en mí mismo confundirte,
confundirte en mí mismo y entrañarte;
yo quisiera en perfume convertirte,
convertirte en perfume y aspirarte.

Aspirarte en un soplo como esencia,
y unir a mis latidos tus latidos,
y unir a mi existencia tu existencia,
y unir a mis sentidos tus sentidos.

Aspirarte en un soplo del ambiente,
y así verte sobre mi vida en calma
toda la llama de tu pecho ardiente
y todo el éter de lo azul de tu alma.

Aspirarte, mujer... De ti llenarme.
Y en ciego y sordo y mudo constituirme,
y ciego y sordo y mudo consagrarme
al deleite supremo de sentirte
y la dicha suprema de adorarte.

Amor total - César Díaz Martínez (Venezolano)

Me iluminaron tus ojos
la oscuridad del camino;
forjó la noche el destino
al crisol de tus antojos;
cocuyos de los abrojos
regaron destellos francos;
y, orillando los barrancos,
tu alma junté contra el pecho
y en improvidado lecho
me sacié en tus senos blancos.

Corolas de los luceros,
me abrazaron tus pupilas;
fragancia de puras lilas
en tus besos lisonjeros;
tus muslos garcía-lorqueros
los mordí con desenfreno;
y en cada punta del seno
se te rompían las entrañas;
cascadas de las montañas
te tienen el vientre lleno.

Se enloqueció la pasión
cuando la luna brillaba;
la carne se te rasgaba,
y el alma se hizo emoción;
se desbordó el corazón,
y en un sollozo bendito
la selva se volvió grito
y se enrojeció de aurora;
floreció tu vientre ahora
con el lucero infinito.

¡Qué no daría yo por olvidarte! - Flora Delmis

¡Me une a tí el recuerdo y lo maldigo,
porque me postra a tus plantas cual mendigo!
¡Qué no daría yo por olvidarte,
por sacarte del alma y desterrarte!

Qué no daría yo por olvidarte,
no sentir el dolor de renunciarte,
sepultar mi cruel melancolía,
este vivir muriendo en agonía...

¡Yo quiero libertarme del tormento
de llevarte en mí, profundamente, dentro;
acallar la voz del ansia que te nombra,
queriendo estar en ti como tu sombra!

¡Qué no daría yo por olvidarte,
toda mi juventud muere de prisa...;
qué no daría yo por olvidarte
y salvar a mi vida que agoniza!

Nosotros - Guillermo de Almeida (Brasileño)

Espérote pensando: "Ella no tarda..."
Prométome: "Vendrá..." Y en las contritas
largas horas de angustia, tú me agitas
el corazón que, tímido, te aguarda.

Y espero, triste horas infinitas,
un momento de vida que retarda.
Súbita llegas, trémula y gallarda,
entre nubes de encajes y cintitas.

Vienes a mí. Te tomo entre mis brazos
y te estrecho, estrechando más los lazos
de tí, de mí, de nuestro grande amor.

Y tu beso, y mi beso, y nuestros besos
son un rojo rosal de ansias y excesos:
¡la primavera de tu cuerpo en flor!

Vida - José Albi (Español)

Sí; nacer cada día. Deslumbrado
aire nos colme todas las vertientes.
Los ojos y los pies nuevos, recientes,
para pedir de asombro mi cercado.

Asombro, de prodigio, de inaudita
palpitación ayer insospechada.
Flor inminente, luz enamorada
del milagro de amor que la limita.

Nazcan alas o ramas, poco importa;
para volar hay un impulso ciego
que no sabe si el agua es agua o fuego
y para el cual la eternidad es corta.

Así: cada mañana un incipiente
camino. Un despertar. Todo sin nombre.
Para cada camino un hombre. Un hombre
como la luz, nacido de repente.

Nacido de repente, pero herido,
ya herido por un rayo inacabable;
manando sin cesar, inagotable
surco, para el amor, recién nacido.

Cada día el prodigio. Cada día
el latido inicial, casi indeciso,
de la tierra dulcísima que piso,
más codiciada mientras es más mía.

Buscando vida; y el dolor a cuestas.
Con sangre y con dolor mi gozo escribo.
Cada día nacer. ¡Oh gozo vivo!
¡Oh interminable vida que me cuestas!

Y a la vida buscando siempre puerto,
pues de tanto morir se descamina.
Y la muerte, oh dolor, en cada esquina.
Más vivo, amor, mientras estoy más muerto.

Visión - Ernesto R. Ahumada

En la penumbra de la alcoba triste,
sin que nadie turbara nuestro ensueño,
la blanca rosa de tu amor me diste
como tributo de mi malsano empeño.

Poco después, cuando con triste llanto
reprochabas más trágicos excesos,
volví a estrujar tu cuerpecito santo
y a ofender tus mejillas con mis besos.

Tu divina figura es la culpable
de la crueldad con que yo te he tratado,
porque siendo tan bella, eres deseable,
y yo te amé con ansia, enamorado.

Por tu hermosura te besé en la boca
y por ella burlé tu real pureza;
la causa fue de que mi mente loca
olvidara un momento su nobleza.

Y ésa es la causa que perdón no imploro
a tu leal corazón, que es tan amante;
llora..., no importa, pues tu justo lloro
más bella te hace ser, más incitante.